Esta vez la aventura retorna a las montañas de Cusco. Esas mismas que me hicieron sufrir en el mes de agosto en el Andes Race, jajaja. Pasamos de visitar la selva de Iquitos a las mágicas montañas del Valle de Urubamba en la búsqueda de jóvenes talentos y como siempre de nuevas rutas de trail.
El Valle del Urubamba a 2,800msnm es la cuna de nuestros antepasados Incas; cielo azul, hermosos colores, aromas y sobre todo paz y tranquilidad. Estar en Urubamba ya es especial, pero lo fue más aun al conocer a los muchachos que se hacen llamar: Los Hijos de la Montaña.
Los Hijos de la Montaña son unos niños y jóvenes estudiantes, de entre 12 y 17 años, quienes motivados por su profesor y psicólogo del colegio practican el trail running, y lo hacen como los dioses.

Empezaron hace más o menos 5 años guiados por su profesor Erick, que practica nuestro deporte, quien vio en ellos la mejor manera de enseñarles el amor y respecto a nuestra naturaleza, a encontrarse consigo mismos y a mantenerse en forma. Qué maravilla tener un profesor que cualquier día de la semana “como para calentar” puede hacer 53 kilómetros en las montañas y a esas alturas. ¡De lujo!
Entrenan en las montañas de Urubamba, de lunes a viernes de 2pm a 4pm hacen rutas de 6 a 10 kilómetros y los sábados fondos de 15 kilómetros en Ollantaytambo y alrededores. Los domingos cada uno hace su ruta, sumando a la semana más de 70 kilómetros y desniveles positivos de +5,000m, ¡Unas máquinas! Realmente me quedé sorprendida.
Como por allá no hay muchas carreras al año ellos mismos crean sus competencias, una o dos veces al mes, a las cuales han llamado “Desafío de Patas”. Totalmente motivados se reúnen para hacer una ruta en modo carrera de trail por la cual pagan S/10 de inscripción y el que gana se lleva el pozo acumulado. ¿Díganme si no es genial? ¡Que buena iniciativa! Más que felices se preparan para romperla ese día y llevarse la platita a casa. Sin duda lo que más me impactó fue las caritas de los chicos, que a pesar de ser tan pequeños, expresaban ese amor y pasión por las montañas que sentimos todos los traileros. Estoy segura que este semillero promete y mucho.
Ya de regreso a Cusco, el hambre era inminente, así que era hora de ir al mercado en busca de las raciones de reserva para lo que queda del viaje.
El Mercado Central del Cusco es de visita obligada. Ubicado a pocas cuadras de la Plaza de Armas del Cusco, se trata del fascinante Mercado Central o San Pedro que en poco tiempo cumplirá 100 años. De estilo colonial, su construcción fue dirigida por el famoso Gustav Eiffel (sí, el mismo de la Torre Eiffel de Paris), donde se aprecia sus hermosas columnas y techo de metal. Ocupa toda una manzana y al ingresar te impresionarán los olores y colores, propios de la gran variedad de productos típicos de la zona, como maíz, yuca, camote, papa, y cómo olvidarse de las frutas y verduras.
Encuentras de todo en este mercado, desde cuyes, frutos secos, jugos, comida preparada, el cacao delicioso propio del Cusco, etc. Todos los puestos en su interior son ordenados, limpios y los que atienden son muy amables. Cómo olvidar a la Sra. Vicky que todos los días de 7am a 7pm atiende allí vendiendo fruta desde hace ya más de 30 años, sacrificada labor pero siempre sonriente y de buen humor para atender a sus clientes, así que a llevar los 7 kilitos de rica fruta que suelo comer, jajaja.

La ruta Moray – Maras – Salinas – Urubamba de una distancia de 17 kilómetros, es una ruta turística altamente recomendada, de senderos marcados, hermosas vistas y duración no mayor a 3 horas. Si deseas más distancia, puedes partir desde Urubamba y serán 32 kilómetros con un desnivel +1,000m. Esta vez me quedé con la ruta corta, pues en época de lluvias la cosa la tienes que hacer más rapidito, aunque después de mi último Andes Race ya ningún frío me asusta, jajaja.

¡La ruta fue espectacular! Nunca me imaginé que podría correr entre las salineras. Eso sí, si te caes en una de esas piscinitas no te congelas porque el agua es calientita pero quedas literalmente blanco. Tuve la genial idea de meter mi mano para hacer la prueba y apenas se secó, parecía la mano de la mujer de “SAL” ¡Increíble! Inmediatamente a lavarla, porque la sal quemaba.
Definitivamente hacer el tour corriendo es otra cosa, totalmente recomendable. Ahorras tiempo y disfrutas más. No necesitas de taxis ni colectivos que te suban, hacerlo por ti mismo tiene más adrenalina y diversión. Al llegar abajo, con hambre por supuesto, era hora del choclito. ¡Que buen choclo hay en Urubamba! Tiernito y blanquito, lo recuerdo y se me hace agua la boca. Tan bueno estaba que me comí dos.
¿Crees que me podía ir de Cusco sin visitar una de las 7 maravillas del mundo? ¡Ni hablar! A Machu Picchu llegué en el tren de los peruanos, sin reserva de asiento y de 10 luquitas nada más. Ese lugar sí que tiene una magia y energía indescriptible. Lo recorrí rápidamente en modo trail por supuesto, cosa que no había hecho antes. Esas subiditas ya no eran nada. Me recargué de buenas energías y seguí mi retorno a Cusco, esta vez en busca del picarón.

Llegando por la noche a la ciudad, en la Calle Pera, encontré un lugar en el que venden picarones de 10am a 10pm ¡Sí! Doce horas de picarón seguidas y desde hace más de 10 años. Reventaba de gente y de todas las edades. Los picarones eran grandotes y chatos, jajaja, pero muy ricos y a que velocidad los cocinaban, tenían toda una técnica para lanzar el picaron al aceite hirviendo, nada fácil.
Parece que cada lugar del país tiene su estilo propio para hacer los picarones y eso es lo maravilloso de nuestra gastronomía y en especial de este rico postre 100% peruano. Pero lo que descubrí, es que aquí en Cusco ¡Sí hay picarón! Ahora de regreso a Lima. Gracias Cusco, no vemos pronto.