Escribir sobre la carrera Del Mar a la Cima es definitivamente súper especial para mi. Algo que nunca esperé este año y que una sorpresa la hizo realidad. La tenía vista desde hace un par de años, y me llamaba mucho la atención por sus hermosos paisajes. Era uno de mis sueños, y como bien dicen, solo hace falta soñar para que tus sueños se hagan realidad.
Así que llegué hasta Santa Marta (Colombia), para afrontar la ruta de los 80 kilómetros «Del Mar a La Cima». ¿Arriesgada? ¡Sí! ¿Valiente? ¡También! Lista para la aventura trailera como siempre.

Llegué al maravilloso hotel Beach Lovers, donde me atendieron de lo mejor. ¡Qué Buena Vibra tenía! El dueño, Santiago, me hacía sentir como en casa. Lo mejor fue que llegué al lugar indicado, lleno de corredores, y no solo eso, eran unos ¡PRO! Así que enriquecí mi experiencia aún más. Entre ellos conocí a Mario, Mauricio y su novia, encantadores, y a otros muchachos más los que hicieron mi estancia inolvidable. Así pues formamos el equipo «Beach Lovers». Muy lindo compartir con todos ellos durante esos días, compartir la cena, la noche previa a la carrera fue genial. Todos con los mismos nervios. Mucho compañerismo, compartimos todos diferentes comidas, y cuentos de carreras. ¡Qué lindos amigos hice! Pero llegó el momento de ir a dormir para estar listos para la maravillosa experiencia por la cual habíamos ido.

Mi emoción era desbordante. Eran las 11:50 pm y todos los corredores listos, calentando y estirando. El animador del evento llamaba por nombre y número a cada corredor para ingresar al lugar de partida. Creo que no olvidaré jamás el momento en el que escuche el mío. Las lágrimas se me salían. Los gritos de aliento de las personas que estaban allí eran motivadores, 120 corredores llenos de sueños estaban listos para conectarse con la naturaleza durante esos 80 kilómetros. Llegó la hora, ya estaba dentro; 5, 4, 3, 2, 1 ¡Partida! Eran las 00 horas del 2 de diciembre ¡Empezó la aventura salvaje!

Partimos de la Playa Bello Horizonte hacia el Cerro Mamoron, a unos 6.8 kilómetros de la partida. Recorrimos una parte en arena, algo de pista, cruzamos un puente elevado y llegamos a un pueblito humilde que nos recibió con vallenatos, aplausos y alientos que de todas maneras nos sirvieron muchísimo para iniciar con todo la subida del cerro.
Hasta ahí todo era fácil pues aun las luces de la ciudad nos alumbraban, pero lo bueno llegó en Mamoron. ¿Sabes lo que es entrar sola a la Selva de noche? Bueno, ¡Imagínalo! ¡Emoción y miedo! ¡Oscuro, oscuro! Pero ya no quedaba otra ¡Para adelante, y para atrás ni para agarrar impulso! Jajajaja.
Tenía unos 3.5 kilómetros por delante para llegar al primer punto de hidratación, vamos por partes, esto solo es el principio, la belleza de la Selva ya se notaba pero aún el camino no era denso de vegetación. Se podía correr sin dificultad. Iba concentradísima, todavía veía algunas luces de compañeros cercanas a mí, hasta que como para ponerle más emoción al asunto, empezamos a correr al lado de un canal donde a mi izquierda tenía un río y a mi derecha el precipicio, ¡PRECIPICIO con Selva abajo! Aquí comencé a preguntarme: ¿Dios, qué hago aquí? jajaja. Tenía que seguir, llegó un momento en el que el canal se hizo muy muy angosto y ya la cosa se ponía difícil. Era tal cual cuerda floja de circo, y a eso súmale sonidos de animales, bichos que te perseguían por la luz del frontal, bastones en la mano que servían para hacer equilibrio, etc, etc. ¿Se imaginan el susto que tenía? Jajaja ¡Terrible! Gracias a Dios era de noche y no podía ver exactamente cuan alto era, porque si no, ¡No la hacía! Jajajaja. ¡Logré pasarlo! Ahí no acabó la cosa, cuando empecé a respirar me encuentro con una escalera vieja de metal puesta en horizontal para cruzar el río, así que otra vez cuerda floja. ¡A cruzar! ¡Ufff, la hice! Ahora sí un rato de calma, correr por bosques tranquilos, solo espantando los bichos que me perseguían por la luz del frontal.
Comienza la bajadita, ¡A correr con más velocidad! Esa es la parte que más nos gusta, pero el terreno de tierra de la bajada estaba muy flojo y salí rodando, como pelota de futbol, hasta abajo. Fueron segundos donde me pasaron todas las imágenes de mi vida, jajaja, pensé que no pararía nunca, pero un maravilloso árbol pudo frenarme, jajaja, estilo película cómica, así que respiré, me sacudí un poco y listo ¡A seguir! Un ligero de dolor a la cadera, unos rapones y nada más, y cuando pensé que todo estaría en más calma, llegó la hora de cruzar el río, ¡Sí, río! en la selva y de noche, 1:30am. Que espanto tenía, nadie a mi alrededor, pero con decisión me saqué las zapatillas y medias y al agua. Así a oscuras a cruzar. Sin saber que había abajo. Gracias a Dios lo único que me encontré fueron rocas. Mi corazón no paraba de latir fuertemente y estaba con la adrenalina a mil. Hasta que por fin llegué al primer punto de hidratación donde me limpié, pues parecía la mujer de barro entre la caída y el río, comí una piña, una frotada a los dolores y salí.
De aquí en adelante emoción en la jungla, oscuridad, bosque húmedo, cruzamos ríos una y otra vez, obvio ya no me quitaba las zapatillas. Algo que me tenía muy distraída eran los ojitos de los bichos que brillaban cuando alumbraba el piso con mi frontal. Caminando en la subida me encuentro un escorpión grandecito de color negro, ¡casi muero! Los gritos que di fueron más fuertes que los de Tarzan.
Las subidas cada vez eran más fuertes, y la noche bien oscura debajo de los árboles. Nunca había deseado con tantas ganas que se hiciera de día. En la selva escuchas miles de sonidos a esas horas, no tengo idea de lo que eran pero parecían monos, tigrillos, lechuzas; bueno no quería ni mirar a los lados, solo caminar derechito y lo más rápido posible. Para amenizar la noche no podía faltar una culebrita pasando por el camino, y por supuesto, me acompañó por un momento una linda tarántula negra que tenía por cierto los ojos más deslumbrantes de la noche, jajajaja, ahí sí lance hasta los bastones del susto. ¡Waooo! que experiencia. Les juro que hay que ser bien valiente para estar ahí.
Hasta que por fin vi algo de estrellas, cuando ya casi amanecía, que lindo estaba el cielo y la luna, ya estaba saliendo de la jungla. Me encuentro el siguiente punto de control, el pueblo de Minca. Donde ya amanecía y pude tomar una deliciosa sopa con papa y unos cuantos pedazos de sandía, que por cierto era deliciosa. Con las fuerzas repuestas salí nuevamente.
De día la cosa era más fácil, aunque las subidas cada vez eran peores, la humedad del bosque se sentía, los colores de los verdes eran hermosos. Los pies se recalentaban un poco pero lo bueno era que los ríos aparecían para salvarnos, y ya los cruzaba sin pensarlo dos veces y la refrescada era increíble.
A eso de las 10am me ocurrió algo que no tenía previsto, nunca lo había vivido, ¡Me dormía! Claro, primera vez que partía en una carrera a las 00 horas. Los ojos se me cerraban mientras subía, tenía unas ganas locas de acostarme en cualquier rinconcito, pero cuando miraba el piso y veía las hormigas gigantes se me quitaban las ganas, jajaja, así que un poco de comida para despertar, mi Chasquibar con Coca y Maca hicieron su trabajo. Pude seguir a pesar del mega sueño que tenía.

Encontré una catarata espectacular, el agua parecía como si saliera de la vegetación, no sé cómo explicarlo. ¡Era simplemente un cuadro! El sonido del agua caer por las piedras, algunos pájaros de la selva, era tan hermoso que tuve que detenerme a observar y sentir la naturaleza. ¡Eso fue un regalo!
Esas horas se me hicieron larguísimas, subida tras subida, ¡Qué duro! Una de ellas era la subida camino de Bromelias, un lugar espectacular. Complicada, súper vertical, muy angosta y las plantas te abrazaban, pasar por ahí sí que era difícil, los bastones me ayudaban con la vegetación. Muy hermoso lugar, los distintos aromas que podía percibir eran increíbles. Aquí ya estábamos en altura, y se sentía un poco el frío.
Salir de las Bromelias fue matador, y por si fuera poco, faltaba aún una subida más para llegar al punto más alto, Cerro Kennedy, había que estar fuertes para llegar ahí, kilómetro 43 aproximadamente, muchas horas de subida. El sueño y cansancio ya se sentían. Pero llegar hasta ahí y observar tanta belleza es solo placer para los valientes que se atreven a subi. Quedé sin palabras, desde ahí puedes observar los Picos de la Sierra Nevada, y ver también el Mar. Es una mezcla de Selva y Sierra que aún no puedo describir, también una lluvia de emociones y sensaciones maravillosas. Esto es lo grande del trail running, te lleva a lugares que jamás tenías pensado llegar. Enamorada de lo que hago, de lo que vivo y de lo que me hace soñar. Cada vez los retos serán mayores y las bellezas por conocer aún más!
Llegar hasta ahí fue como un sueño, pero era hora de despertar y bajar, me esperaban 4.5 kilómetros de bajada con 1,500 metros de desnivel negativo, es decir ¡casi vertical! Cuando las piernas ya queman y los pies duelen, es terrible créanme, jajaja. La sorpresa fue que no solo fue vertical si no también muy técnica, las plantas en la primera parte dificultaban mucho la bajada, tenías que ir con los brazos levantados, muy angosto. Por partes el terreno tenía piedras debajo de las plantas, así que salías volando a cada instante. El calor ya se sentía muy muy fuerte, no quise ni ver mi reloj para ver cuantos grados habían. ¡Cero viento! El agua se estaba terminando y había que racionarla. Por último cuando pasé la parte de la vegetación más difícil, el terreno lleno de huecos que al parecer eran hechos por unos toros que estaban en la vía. Conclusión, una de las bajas más difíciles a la que me he enfrentado en mi corto tiempo de trailera. Ésta me tomó mucho más tiempo de lo que pensé además de cansarme mucho más de la cuenta. Obviamente terminé con una uña más de color morado en mi haber.
Esta vez no pude terminar los 80 kilómetros pues llegué pasados 10 minutos al tiempo de corte, pude solamente completar 52 kilómetros que para mí fueron toda una historia de vida.
Lo que viví ahí no me lo quita nadie. ¡Qué experiencia tan gratificante! Saber que vences los miedos, que estás conectada con la naturaleza de una manera única, que nada puede robarte ese instante en el que te sientes tan pequeño en medio de tanta belleza, es simplemente espectacular.

Realmente un mágico viaje del Mar a La Cima. Gracias a Colombia y su gente por tanto cariño. Hermosa tierra, ¡Santa Marta! De Selva, Sierra, y Mar deslumbrante. ¡Me enamoraste! Volveré por ese mágico viaje de 80 kilómetros! Del Mar a La Cima, quedaste grabada en mi mente y en mi corazón.