¿Alguna vez has tenido ese dolor en las canillas mientras corrías e incluso has parado porque comenzaba a doler más? Probablemente hayas tenido – o tengas – una periostitis. Esta condición es muy frecuente en corredores y lamentablemente tiende a limitar nuestro entrenamiento por la incomodidad que generar al momento de entrenar. Sin embargo, no todos los dolores en la canilla pueden ser causados por una periostitis. Así que aquí te dejamos algunas pautas para saber si tu dolor está siendo ocasionado por una periostitis.
Advertencia: Este artículo contiene información con fines educativos y no reemplaza la evaluación de un profesional de la salud. Si tienes alguna condición, lo más recomendable es que pases una evaluación por un experto.
El dolor aparece únicamente al correr
La periostitis, o conocida en el mundo científico como Síndrome de Estrés Medial Tibial, es una condición que aparece por un exceso de estrés en el hueso tibia (parte de la pierna) producido por el ejercicio. En ese sentido, es característico de la periostitis que el dolor aparezca al momento de correr. Si, por el contrario, el dolor aparece cuando estamos descansando, deberíamos pensar en otra condición.
La localización del dolor
El dolor relacionado a la periostitis tiene dos características: es localizable (es decir, que puedas señalar dónde específicamente te duele) y es siempre en la cara posteromedial de la tibia (ver imagen).

Por otro lado, si además sientes un dolor tipo quemazón o presión y calambres en la pantorrilla, o sensaciones de pinchazos y adormecimiento en la planta del pie, probablemente estemos frente a otra lesión.
Con estos dos puntos puede ser más que suficiente para sospechar fuertemente de una periostitis. Sin embargo, recuerda que la importancia de una evaluación fisioterapéutica no sólo es identificar qué tienes, sino por qué lo tienes.
¿Qué hacer cuando tienes periostitis?
Si has pasado por una evaluación y te han diagnosticado de periostitis y no sabes qué hacer, hay algunos consejos que te podemos brindar para recuperarnos de la mejor manera y retomar los entrenamientos con normalidad.
Lo primero y más importante es modificar tu entrenamiento. La idea es seguir manteniéndonos activos, pero sin generar dolor. Por lo tanto, probablemente al inicio sea ideal dejar de correr y reemplazarlo por otro deporte de resistencia como natación o ciclismo. De esta forma, le estamos dando tiempo a la zona lesionada para que se recupere mientras buscamos mantener nuestras capacidades físicas.
Lo segundo es identificar tus déficits – que, si has pasado por una correcta evaluación, te habrán explicado cuáles son-. ¿Tienes menos fuerza en una pierna? Pues podrías trabajar ejercicios unilaterales dándole énfasis a la pierna más débil. ¿Un tobillo más rígido que otro? Prueba con una pequeña rutina de movilidad para que puedes moverte en el rango de movimiento necesario al momento de correr.
Por último, realiza una vuelta al running de forma progresiva. La finalidad es exponernos nuevamente, pero poco a poco, a correr sin tener dolor. Sigue así hasta retornar a la cantidad de entrenamiento en qué paraste.